CASTROS

El Castillejo

Aldealcardo (Villar del Río)

EL CASTILLEJO DE ALDEALCARDO
En el piedemonte de las laderas sudoeste del alto del Ayedo se localiza Aldealcardo, la Aldea, que así la hemos oído llamar también a los lugareños. Mirando desde el pueblo dirección norte, en un repunte situado en el tercio inferior de la ladera, a unos 400 m en vuelo, se localiza El Castillejo, castro arquetipo de la Segunda Edad del Hierro que hunde sus raíces en los últimos tiempos del Primer Hierro.

Y decimos arquetipo de la Segunda Edad del Hierro, los siglos IV-II a.C. porque sus estructuras defensivas y su ordenación urbana interior es la que más se repite en los castros serranos de esta época: una torre cortando el flanco más accesible, precedida de foso, asentada sobre una plataforma que se proyecta hacia el interior, y con las viviendas escalonadas en las laderas más acogedoras, las meridionales.
En definitiva, como todos los castreños, un poblado que en la elección de su emplazamiento prioriza la defensa y el control de su territorio a la comodidad de tener próximos los principales recursos cotidianos (huerta, campos de cultivo, caminos principales, etc.). Síntoma evidente de que las sociedades de este momento histórico necesitaban demostrarse a sí mismas, y mostrar a los grupos ajenos seguridad, fortaleza y dominio.


El elemento fundamental en las construcciones es la piedra, que en lo que fue torre se acumula en un enorme derrumbe en el que aún es posible ver, en un corte de su sector oriental, su frente exterior recto y vertical. Y también en las viviendas, donde posiblemente se complementó su uso en zócalos con alzados de adobe, pues no faltan algunos trozos de este material cocido y rojizo, tan característico de los tiempos celtibéricos, rodar por la ladera.


Otro elemento clave en la definición de las culturas castreñas son sus materiales, básicamente cerámicos. Las más antiguas, que señalan un origen en la Primera Edad del Hierro, están realizadas a mano, su coloración pocas veces es uniforme dominando los tonos marrones y oscuros fruto de cocciones reductoras. Son por lo general cerámicas toscas que contrastan con las de la Segunda Edad del Hierro, mayoritarias en El Castillejo de Aldealcardo: ya se domina el uso del torno y la cocción oxidante, que da a las cerámicas de la época un característico tono anaranjado.


En las prospecciones que hicimos hace un par de décadas, nos sorprendió la cantidad de molinos de vaivén dispersos por el castro, contabilizando cerca de medio centenar, lo que apunta a que, más allá de la predisposición ganadera de toda la sierra, la agricultura hubo de tener un peso nada desdeñable, al hilo de los tiempos. En este sentido es sabido que es en este momento cuando el hierro se generaliza, aplicándose a los aperos de labranza, lo que supuso un impulso para la economía cerealista. Curiosamente no hay testimonio de molinos circulares, indicio de que el castro se abandona antes de la caída del oppidum de La Laguna (la capital celtibérica del territorio yangüés), antes de la conquista romana.


El Castillejo de Aldealcardo es un castro de la Segunda Edad del Hierro, unidad básica del poblamiento durante los siglos V a II a. C., el equivalente más de dos mil años después a los pueblos tradicionales. Pero le tocó vivir un momento de profundos cambios sociales y políticos, tiempos inestables (de ahí sus estructuras de protección y seguridad del poblado) en los que se van a conformar las ciudades celtibéricas, en el caso que nos ocupa El Castillo de La Laguna, que serán las que coaligadas, se enfrenten a Roma.


Bibliografía básica:
Pascual, P.; Pascual H. (1984): Carta arqueológica de La Rioja. I. El Cidacos. Calahorra.
Alfaro Peña, E. (2005): Castillejos y Villares. Modelos de poblamiento antiguo en el interior del Sistema Ibérico.
Liceras-Garrido, R. (2022): La Edad del Hierro en el Alto Duero (Siglos VII a.n.e – I n.e.). Paisajes identidades y poder.

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