Valloria (Las Aldehuelas)
LA MUELA DE VALLORIA
Con El Castillejo desde mediada la Primera Edad del Hierro (siglos VI-V a.C.) y con La Muela para la plenitud celtibérica y la época romana, cuenta Valloria con una completa secuencia arqueológica del poblamiento serrano, en torno a un milenio centralizando la vida y el movimiento humano en el nacimiento del Cidacos.
Alcanzar la colina asiento de este gran poblado es sencillo. Visible desde el pueblo, ocupa la loma situada al otro lado del Cidacos, con la cima a poco más de 300 m en vuelo. Para llegar desde Valloria, hay que pasar a la margen izquierda, salvando el río por un puente tradicional y seguir el camino ascendente que rodea por el norte la colina de La Muela. Tras unos 700 m de subida llegaremos a un collado que encara ya Las Aldehuelas. A un centenar de metros a poniente, en el repunte que hace el terreno tenemos el Castro de La Muela.
El yacimiento de La Muela se sale del arquetipo de poblado que, de forma casi estandarizada, es característico de la plenitud celtibérica serrana, especialmente de Tierras Altas. El tipo de emplazamiento elegido parece tener más que ver con lo que van a ser los núcleos urbanos del territorio (los oppida: El Castillo de La Laguna y Los Casares de San Pedro Manrique), que con las unidades básicas del poblamiento, los castros. Quizás hay que ver en ello una cuestión cronológica y que, sin llegar a las dimensiones de los oppida, sí que es algo mayor que la mayoría, incluso es de los pocos castros que sobreviven a su época, entrando en los tiempos romanos con aparente pujanza.
Su urbanismo estuvo condicionado por los taludes que caen de cara al norte y noreste, y por la gran alineación/derrumbe de piedras que limita el yacimiento por oriente, probablemente muralla de poco más de un centenar de metros. El otro elemento constructivo visible, claro y característico de tiempos celtibéricos es el adobe, que en ocasiones aparece calcinado, con su particular tono rojizo, y que asoma en los bancales que parecen delimitar la zona habitada por poniente. Las viviendas se levantarían con este adobe apoyado en un zócalo de mampostería, piedra que es uno de los elementos más característicos del castro por su reutilización en los cerrados tradicionales que parcelan hoy el yacimiento.
El material cerámico más representativo visible en superficie son las cerámicas a torno, con el característico tono naranja ”celtibérico”, no faltando algún fragmento realizado todavía a mano, resabio de tiempos pretéritos. Tampoco faltan entre los derrumbes de los muros tradicionales algunos molinos de vaivén. El elemento material más destacable por su singularidad, es la localización de un aplique de bronce, seguramente para ser fijado y decorar algún mueble o elemento de madera. Tiene forma de U con tres perforaciones visibles por la que pasar el clavo o elemento de fijación, y está decorado con un puntillado todo su contorno.
El castro de La Muela de Valloria se presenta ya como un poblado avanzado cronológicamente dentro de la Segunda Edad del Hierro, que toma el relevo de El Castillejo como centro vital del grupo humano que poblaba el alto Cidacos desde al menos el siglo V a.C. En los últimos siglos ante de la Era fue el lugar que dominó el territorio desde Vizmanos hasta Campos. Traspasado el cambio de Era se convirtió en un vicus, una gran aldea de época romana, en la que sabemos vivieron dos mujeres, de las que conocemos su nombre por sendas estelas funerarias que las han hecho un poco inmortales: la joven Sempronia Flava, muerta a los 25 años, y la jovencísima Antestia Oandissen, hija de Lucio, muerta con solo 11.
Texto: Eduardo AP. Imágenes: Eduardo AP y Antonio LC.
Bibliografía básica:
Alfaro Peña, E. (2005): Castillejos y Villares. Modelos de poblamiento antiguo en el interior del Sistema Ibérico.
Alfaro Peña, E. (2011): “Los orígenes de Valloria: El Castillejo y Las Muela”, La huella de Valloria, 2 pp. 5-8.