CASTROS

Puntal Fuentepino

Buimanco (San Pedro Manrique)

PUNTAL DEL FUENTEPINO (BUIMANCO)
Este pequeño castro se esconde en las entrañas más recónditas de los barrancos del Linares. Para descubrirlo y disfrutarlo hay que ponerse buen calzado de monte, asumir un poco de juvenil espíritu aventurero y tener ganas de soñar con lo que nos sugiere lo que queda de su pasado. Y no es que sea un castro con restos espectaculares, al contrario, es pequeño y modesto, pero son algunos detalles intrigantes lo que le hace diferente tanto para su interpretación científica como para su recreación/ensoñación libre.

Para alcanzar el Puntal hay que hacer la ruta que describíamos con más detalle al concretar el acceso a El Castillejo de Buimanco: unos 10 km por pista forestal que sale de Taniñe hasta alcanzar, una vez pasado Buimanco, la cresta del espigón fluvial flanqueado por el Fuentepino y el barranco de la Dehesa. Por el interfluvio del espigón, ya necesariamente a pie, seguiremos cresta abajo; a unos 700 m pasaremos El Castillejo y descendiendo otros 700 m más, habremos entrado en el Puntal, asomados a la confluencia de los lechos de los barrancos Fuentepino y Dehesa que cierra el espigón y con él al castro por el este.

El elemento más intrigante de lo que se puede asociar a este castrito nos lo habremos topado poco más de un centenar de metros antes de alcanzarlo, jalonando la cresta del serrijón por la que habremos bajado. Coronando una serie de escalones de lo que pudo ser cantera, se modeló en la roca una forma de aspecto antrópico. Tiene 1,30 m de altura y poco más de medio metro de anchura. Visto desde el sur, de cara a lo que parece ser el frente, tiene la mitad superior tallada conformando una forma cuadrada con el lado superior simétricamente apuntado, lo que da a esta figura el aspecto de un busto humano. Sea busto, sea cualquier otra representación que se nos escapa, de lo que no hay duda es que es obra humana, y que por el contexto orográfico y poblacional del entorno ha de relacionarse con los dos castros que lo flanquean, El Castillejo (unos 400m a poniente) y más probablemente el Puntal (100m a oriente).

Llegados al castro tras pasar delante de esta forma antropomorfa nos toparemos con la estructura defensiva habitual de los castros del Segundo Hierro, una torre cortando el flanco más accesible del puntal precedida de foso. En éste, parece que se dejó un pequeño pasillo de acceso para salvarlo. El espacio interior que salvaguardan las defensas es pequeño, 0,3 hectáreas, y las evidencias materiales son escasas: contados fragmentos de cerámica a torno de tipo celtibérico, más escasos aún los de cerámica a mano más antigua y un molino barquiforme. Algunos fragmentos de adobe cocido, habitual en los castros del Segundo Hierro apuntan a su uso en alguna estructura habitacional.

Nuestro viaje descubriendo el Puntal del Fuentepino no acaba ahí. Aún queda alguna sorpresilla con la que soñar bajando “por las bravas” su cara meridional. Salvado el corte rocoso que delimita el castro por este lado, lo iremos recorriendo desde abajo. Aquí volveremos a ver indicios de mano humana en algunos escalones demasiado regulares, algún hueco en la pared vertical de la roca que sugiere una base/soporte (¿mechinal?), quizás para andamios, en una caída rocosa en la que los tonos ocres oxidantes son generales y no faltan los cubos de pirita incrustados en ella… ¿minería?

Ahí acaba el viaje-aventura por el castro del Puntal pero no por el Fuentepino, que aún depara sorpresas en su confluencia con el Linares.

Texto: Eduardo AP.
Imágenes: Eduardo AP y Antonio LC.
Bibliografía básica:
Alfaro Peña, E. (2005): Castillejos y Villares. Modelos de poblamiento antiguo en el interior del Sistema Ibérico.
Alfaro Peña, E. (2006): Iconografía Funeraria Indígena. Una imagen protectora de la vida de ultratumba.

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